lunes, 2 de septiembre de 2013

Evangelio, Cinco minutos de Dios, Cinco minutos de María, Meditando Laudes

Día litúrgico: Martes XXII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): 
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Comentario: Rev. D. Joan BLADÉ i Piñol (Barcelona, España)
Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad
Hoy vemos cómo la actividad de enseñar fue para Jesús la misión central de su vida pública. Pero la predicación de Jesús era muy distinta a la de los otros maestros y esto hacía que la gente se extrañara y se admirara. Ciertamente, aunque el Señor no había estudiado (cf. Jn 7,15), desconcertaba con sus enseñanzas, porque «hablaba con autoridad» (Lc 4,32). Su estilo de hablar tenía la autoridad de quien se sabe el “Santo de Dios”.
Precisamente, aquella autoridad de su hablar era lo que daba fuerza a su lenguaje. Utilizaba imágenes vivas y concretas, sin silogismos ni definiciones; palabras e imágenes que extraía de la misma naturaleza cuando no de la Sagrada Escritura. No hay duda de que Jesús era buen observador, hombre cercano a las situaciones humanas: al mismo tiempo que le vemos enseñando, también lo contemplamos cerca de las gentes haciéndoles el bien (con curaciones de enfermedades, con expulsiones de demonios, etc.). Leía en el libro de la vida de cada día experiencias que le servían después para enseñar. Aunque este material era tan elemental y “rudimentario”, la palabra del Señor era siempre profunda, inquietante, radicalmente nueva, definitiva.
La cosa más grande del hablar de Jesucristo era el compaginar la autoridad divina con la más increíble sencillez humana. Autoridad y sencillez eran posibles en Jesús gracias al conocimiento que tenía del Padre y su relación de amorosa obediencia con Él (cf. Mt 11,25-27). Es esta relación con el Padre lo que explica la armonía única entre la grandeza y la humildad. La autoridad de su hablar no se ajustaba a los parámetros humanos; no había competencia, ni intereses personales o afán de lucirse. Era una autoridad que se manifestaba tanto en la sublimidad de la palabra o de la acción como en la humildad y sencillez. No hubo en sus labios ni la alabanza personal, ni la altivez, ni gritos. Mansedumbre, dulzura, comprensión, paz, serenidad, misericordia, verdad, luz, justicia... fueron el aroma que rodeaba la autoridad de sus enseñanzas.

Setiembre 3 – Los cinco minutos de Dios – Padre Alfonso Milagro
Tomás de Aquino define la paz como la tranquilidad en el orden y Agustín nos habla de la belleza como algo intrínsecamente relacionado con el orden.
El orden entra en los planes del Creador. Mira sobre tu cabeza y verás millones de estrellas admirablemente ordenadas; contempla bajo tus pies y admirarás el sabio equilibrio de todos los seres que sirven para tu sustento o tu recreación
Tu vida ha de ser ordenada en todo nivel; el desorden y la desorganización no pueden serte útiles, no pueden entrar dentro de los planes de Dios sobre ti
Que el orden acompañe desde tus cabellos hasta tus sentimientos; desde tus ropas hasta tus ideas; desde tus actos más íntimos hasta tus relaciones con los demás
Sé en toda tu vida un reflejo del orden que Dios puso en la Creación.
“El amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la
tierra y la Justicia mirará desde el cielo. El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia marchará delante de Él y la Paz sobre la huella de sus pasos” (Sal 85,11-14). “La adecuada promoción de esa honesta paz pública es la ordenada convivencia en la verdadera justicia (DH 7).
Setiembre 3 – Los cinco minutos de María
Si el retomo de la humanidad hacia Dios comienza en el Sí de María, este retorno es un proceso en cada persona, en cada época, en cada circunstancia, dentro de una dinámica, que lleva a un encuentro definitivo con Cristo resucitado.
Hacerse todos los días disponible, para decir Sí a Dios, es la tarea cristiana de la caridad. Una persona se realiza a sí misma ‘en la medida en que ama. Y la historia se construye en la medida en que avance en la caridad.
Nadie contribuyó tanto a la historia de la salvación como María, porque nadie amé como ella.
Virgen María, nada puede equipararse a las maravillas que en ti vemos realizadas, nada hay que iguale la gracia que Tú posees.

Lunes de la vigesimosegunda semana (XXII) – Meditando con la liturgia de las horas
—“Señor, Tú Que nos diste
la Inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino”.
(himno para las LAUDES).
Pocas cosas hay, tan vergonzosas como la mentira.
Por eso que a nadie le puede agradar que le tilden de mentiroso.
Sin embargo, qué fácilmente caemos en mentiras!
Mientes si dices verdades parciales, pues nada hay más falso, que una verdad dimidiada.
Mientes, si dices que te compadeces de tu hermano que de ti necesita y sin embargo, pasas de largo delante de él, sin detenerte a llenar su mano.
Mientes si piensas y dices que tú siempre tienes razón, aun cuando emplees la razón para defender tu “status” de vida.
Mientes si te entregas a los demás, pero lo haces “a medias”, en tanto en cuanto a ti te conviene o en cuanto a ti te agrada.
Solamente una vida “auténtica” podrá dejar tu conciencia en paz y solamente viviendo en autenticidad contigo mismo, podrás esperar la aprobación de Dios.
No te olvides que la Biblia habla de Yahveh como del Dios de la veracidad, que no resiste la falsedad, ni la mentira o el engaño.
“Yo daré lo que tengo prometido, lo que he dicho lo cumpliré; pero a condición de que mi siervo se mantenga fiel hasta el fin.
Yo soy el remunerador de todos los buenos, así como el fuerte que somete a prueba a todos los que llevan una vida de intimidad conmigo.
Graba mis palabras en tu corazón y medítalas una y otra vez con diligencia, porque tendrás gran necesidad de ellas en el momento de la tentación”. (Del libro de la Imitación de Cristo).